lunes, 18 de junio de 2007

Plástica.

Comiendo con un amigo ayer en Burgos salieron a relucir varias anécdotas que me habían pasado con tema similar.

- En 7º de E.G.B. para los que querían subir nota en plástica, había un trabajo voluntario con ceras. Era hacer una lámina y yo escogí el dibujo de un pierrot que me gustaba mucho. Para ese trabajo, había que quedarse más rato en el colegio, ya que no te dejaban llevar la lámina a casa, no fuera que alguien en casa te ayudara con la misma, así que iba haciéndola poco a poco. Tenía pasado ya todo el dibujo y había empezado a pintar ya algún color cuando mi lámina desapareció. Fui un par de días más pero mi dibujo seguía sin aparecer. La profesora no encontraba explicación, ni yo tampoco, pero la lámina no apareció y a mí ya no me daba tiempo de empezar otra y acabarla en el plazo que se nos había dado. Seguramente, algun/a envidioso/a se deshizo de mi lámina para que no pudiera subir nota, pero tampoco lo puedo asegurar... ¡ Qué mala es la envidia!...

- Esta anécdota ocurrió en 8º de E.G.B., cuando tenía 13 años. Yo desde siempre había sido foco de burlas en el colegio aunque era bastante normalita, pero claro, lo de ir con repetidores que habían ido con mi hermano mayor a clase y ellos haber suspendido y mi hermano no, hizo que la gente se vengara conmigo... Total, que justo en la última evaluación me sentaron con uno de los repetidores, el cual, dentro de lo que cabe, era el que menos se metía conmigo. A los pocos días me di cuenta de que la asignatura de plástica se le daba fatal al pobre y me dio lástima y pensé aprovecharme de la situación, ya que el resto de los repetidores conforme se acercaba el fin de curso cada vez eran más osados y sus bromas eran más pesadas y encima, tenía uno que se sentaba detrás mío y se aprovechaba de lo lindo.
Así que, le ofrecí a mi compi de mesa un trato: yo le hacía las láminas de plástica cada semana, lo justo para dejárselas aprobadas ya que él no iba a seguir estudiando en cuanto acabara el curso y el resto más mal que bien lo llevaba como para aprobar pero la plástica no y él a cambio tenía que frenar a los que se metían conmigo, defenderme de cualquier comentario y rebatirlo e impedir que me hicieran nada y aceptó.
A partir de entonces tuve a mi caballero protector durante varios meses, eso sí, todos los lunes quedábamos un cuarto de hora antes de que empezara la clase en la esquina de la calle para darle la lámina de plástica, él iba al colegio y yo esperaba un poco más e iba también. Total, dibujar me encantaba y esa temporada casi todo eran ceras y bodegones que se me daban muy bien y no me costaba nada hacer una lámina extra a la semana.
Él aprobó y yo tuve tres meses de total tranquilidad :)
Conclusión, si no puedes con ellos, únete. A veces un tándem va bien de vez en cuando...

1 comentario:

Nilaya dijo...

Así me gusta,que desde chica sepas negociar bien,borrachilla mia!