viernes, 3 de agosto de 2007

El Belvedere.

...Este es el nombre de un bar de la zona pija de zaragoza aunque este bar concretamente de pijo no tiene nada en absoluto. ers lo que se dice todo un antro, pequeño, oscuro, mal oxigenado y con una clientela de lo más peculiar.
...A este bar solía ir con Mª Helena, una amiga de la parroquia hace ya muchos años cuando la dejaban sola en su casa y sus padres se iban de vacaciones ya que era uno de los pocos bares cerca de casa donde ponían música latina para bailar y aún no se había llenado el bar de lo que más tarde se conocerían como los latin kings y similares que en aquellos tiempos no había tanto inmigrante y mucho menos tan conflictivo.
...Pues bien, en este bar nos pasaron un par de anécdotas curiosas:

...- Esta realmente fue una variante del típico buitreo de algunos chicos, sólo que en este caso, el buitreo estaba protagonizado por dos señores y digo señores porque en aquellos tiempos podían perfectamente duplicarnos la edad y además de esto, estos señores eran de lo más peculiar y los "bautizamos" por así decirlo como Popeye y Brutus. ¿Por qué? Bien fácil. Uno era alto y calvo y no precisamente atractivo de cara y no paraba de fumar, auqnue al menos no en pipa y el otro era algo más bajo que él, pero aún así era alto, moreno, de pelo rizado e iba con una camiseta blanca a rayas azules y su embergadura hacía que si mi amiga y yo intentábamos darle un abrazo compartido entre las dos no lo llegaríamos casi a abarcar (aunque obviamente no hicimos la prueba). Eso sí, lo poco que conocimos de sus personalidades tampoco es que fuera muy atractivo, con lo que nos dedicamos a ser corteses un rato para esquivarlos luego e irnos a otro bar a seguir la juerga.

...- Esta otra, también cortita, nos ocurrió otro día en el que había poca gente en el bar y entró una gitana vendiendo rosas. las rosas tenían una pinta estupenda y olían de maravilla ya que nos dejó olerlas cuando nos las ofrecía. Mi amiga Mª Helena se compró una para ella y yo aunque quería no podía porque no me llegaba para ello, pero le ofrecí un café a la mujer que estaba cansada de andar toda la noche de bnar en bar intentando vender las flores que para el café sí que me llegaba. lo mejor fue que la mujer, agradecida por el café, me regaló la rosa más bonita que le quedaba en el manojo de flores.

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