martes, 21 de agosto de 2007

En patines de hielo.

...Esta noche, tras la cena en el London con los amigos habituales hemos estado un rato, para variar, hablando a la salida del bar y ha salido a relucir la siguiente anécdota.
...Todos los años, los del Colegio de La Salle - Gran Vía hacían una excursión a la nieve. Había posibilidad de coger pistas de ski en Candanchú y luego una hora en la pista de hielo de Jaca. Como yo no tenía dinero para un equipo de ski, ni para alquilarlo aparte de los remontes y demás gastos que conlleva el esquiar y no sabía hacerlo, cogía siempre lo de la hora en la pista de hielo y varios años nos dejaron dos horas ya que los que íbamos a patinar salíamos antes de las pistas de ski (donde nos dedicábamos a tirarnos con trineo, con bolsas de plástico o a hacer guerra de bolas de nieve). Y una de esas veces, estando patinando ocurrió lo siguiente: frente a mí, a poca distancia, vi cómo se deslizaban unas gafas. No me preocupó porque estaban lejos como para no darle con los patines e iban directas a la valla de la pista, con lo que el dueño o la dueña podrían cogerlas sin problemas.
...Lo malo fue cuando tras las gafas apareció el dueño, también por el suelo, deslizándose tras las gafas. Eso sí que fue un susto, ya que no me daba tiempo de esquivarlo y temí cortarle con las cuchillas de los patines.
...Aún no sé cómo lo hice ni creo que lo sepa nunca, pero le salté sin ninguna dificultad (y eso que ni en patines de ruedas que los había usado muchas más veces sabía saltar) y seguí patinando como si no pasara nada por la pista y al continuar con la vuelta, un chaval de clase, Carlos Marco Guallar, me tocó en el hombro y me dijo con voz entre sorprendido y maravillado que cómo lo había hecho y lo bien que lo había hecho. Lo malo fue que como no le había visto venir, su toque en el hombro me sorprendió tanto que perdí el equilibrio y me caí. Eso sí, me levanté tan normal y seguí patinando un poco más, pero se acabó enseguida el tiempo y al ir a quitarme los patines una chica me vio la rodilla del chándal ensangrentada. Yo no le di importancia porque con la nieve y el agua la sangre se extiende mucho más de lo que es en sí y aparenta mucho, pero tanto insistió la chica que acabé yendo a la enfermería donde estaba uno de los profesores del colegio atendiendo.
...El profesor me hizo subirme la pernera del pantalón para ver la herida que no era grande pero que, por si acaso, me fue a limpiar, primero con agua y luego con agua oxigenada. El hombre no se fijó en que el bote del agua oxigenada no estaba abierto y no hacía más que apretarlo. Al final se lo dije y buscó un cuchillo para abrirlo y luego ya me limpió la herida sin probemas.
...A veces, cuando recuerdo esta anécdota me da por pensar...lo que parecía difícil lo hice sin problema alguno y sin embargo, fue tocarme el chaval en el hombro y caerme al suelo, qué triste...

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